miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mobbing, segunda parte

Contaba hace tiempo mi historia en una empresa papelera... y comentaba que era la primera de dos situaciones en las que he sufrido mobbing. La segunda tuvo lugar hace ya más de dos años y voy a ver si cuento algo, aunque sea de forma rápida (aunque laaarrga, porque menudo culebrón). Siento las faltas de ortografía, hay partes escritas en la época en la que las tildes de mi pc estaban en huelga y aunque lo he repasado, seguro que han quedado varias sin poner. Pero así (casi) cierro esta página para siempre, que ya toca.

Después de tener a Laia me incorporé a una empresa que se dedicaba a la formación y a vender test psicotécnicos. Fue una gran experiencia porque me aportó de nuevo confianza en mí misma para trabajar, el ambiente era bueno y el jefe una gran persona. El problema era que me pagaban por navegar por internet, realmente no había trabajo para mí. Y una vez recobrada mi confianza en mí, me apetecía hacer algo más que forear en horas laborales. Así que busqué "de lo mío" sin saber aún qué significaba eso, y lo que encontré fue un puesto de técnico de formación en una ONG que es una red de entidades trabajando por el empleo. Se dedican a orientar y a acompañar a personas desempleadas con especiales dificultades en el acceso al mundo laboral, así como a dar formación a profesionales que se dedican a la intervención sociolaboral. Además, por aquella época abogaban por el empleo digno y daban ejemplo desde casa, con un convenio colectivo que no estaba nada mal, dentro del sector social. Tenían varias medidas de conciliación personal-profesional muy interesantes. Los compañeros eran super majos (aunque aún pesaba la experiencia en la papelera y tampoco me emocioné mucho al principio), el horario genial, cerca de casa... ¿qué más podía pedir? trabajo. A nivel profesional sentí que de verdad daba un gran paso, que aprendía mucho de mi compañera de departamento, que comenzaba a desarrollarme. Teníamos bastante libertad a la hora de crear cursos, de presentarnos a convocatorias, de proponer, de innovar... en fin, que de nuevo se produjo un idilio con mi trabajo. Los primeros 10 meses fueron muy positivos y guardo un recuerdo maravilloso de ellos.

Pero como todo no puede ser perfecto, en la junta directiva de la asociación se habían producido muchos cambios durante estos 10 meses. La verdad es que yo viví bastante al margen de toda la movida política que había, tan entusiasmada que estaba con mi trabajo. Se me escapaban los motivos de tantas rencillas entre las asociaciones que formaban la entidad. Mi resumen era que querían cotas de poder, pero vamos, no me enteraba de la misa la mitad. Cuando llevaba 10 meses, justo unos minutos antes irnos a celebrar la comida de Navidad, nos comunican a mi compi y a mí que nuestro contrato finaliza en 15 días, que hay mucho movimiento interno, que ya veremos si seguimos. Y con esas, nos vamos a comer todos juntos. Resulta que sí, que llega el 1 de enero y podemos seguir trabajando, aunque el contrato yo no lo veo hasta varias semanas después. Se me entrega un contrato sin datos de salario, duración, que formalmente no era el que había tenido hasta entonces... pero ya han pasado varias semanas (yo diría que más de un mes y medio) y lo firmo, sabiendo que con semejante metedura de pata da igual qué tipo de contrato firme, ya era indefinida. Ese era un tema que no me preocupaba, porque yo de buenas siempre me ha dado igual ser temporal, de hecho me he ido de varios trabajos siendo indefinida, pero es un dato que meses después traerá cola a raíz de una inspección. En su momento pensé que con tanto lío político pues bueno, no había mala fe por su parte, simplemente desorganización. Y yo a las buenas, pues soy muy buena. Además, sigo allí, trabajando, aprendiendo...

Pero por esas fechas comienza una campaña de acoso y derribo a todo el personal de la entidad. Estábamos en varias oficinas, pero es cierto que sólo fui consciente en su momento de lo que pasaba en la nuestra. Y visto a posteriori es como si hubiesen hecho un dibujo y hubiesen señalado por dónde comenzar y por dónde acabar, en plan estrategia militar. Comenzaron por la zona más alejada a formación. La gente iba cayendo como churros, pidiendo excedencias para ver si en un tiempo las aguas volvían a su cauce ya que se había entrado en una dinámica que pensaban que las asociaciones miembro no consentirían. El sistema fue ir presionando, meter en equívocos a los trabajadores forzando sus errores, proponiendo traslados que eran rechazados (existe un caso de alguien que dijo que si y rápidamente le dijeron que dijera que no, que iba a ser la guerra, que negociaban la indemnización)… Poco a poco las sillas fueron quedando vacías en la oficina. Con los trabajadores de la entidad que estaban en otros centros de trabajo también fue sucediendo algo parecido pero no llegué a enterarme bien. En unos meses, cuando ya no quedaba nadie del departamento de comunicación, que era el que estaba más cerca de nosotras, comenzamos a ver las garras de la bestia. Para entonces yo estaba embarazada.

Para empezar, nos dijeron que también nos ocupábamos de las tareas del departamento de comunicación, pero sin decirnos cuáles eras esas tareas. Por contacto con las compañeras conocíamos algunas de las cosas que hacían (redactar y editar una revista, preparar congresos y eventos varios…) pero no sabíamos frecuencias ni cómo hacerlo, y nadie nos informó. Fuimos lanzadas a ese departamento sabiendo que nos caerían broncas por no cumplir el trabajo ya que no sabíamos qué trabajo había que hacer, a pesar de insistir varias veces en que nos hicieran al menos una definición de tareas a realizar. Fueron constantes los emails cercando nuestro trabajo, quitándonos autonomía, cuestionando cada paso que dábamos. La situación llego a un punto que nos sentíamos perdidas, inseguras, asfixiadas y sobrepasadas. Pero al mismo tiempo queríamos sacar adelante el trabajo. Se celebraba el 20 aniversario de la entidad, con eventos varios y no queríamos entorpecer el trabajo. Pero era imposible trabajar de aquella manera. Lo bueno es que cogió en temporada de vacaciones en los cursos. Es una época de revisión evaluación y mejoras, y bueno, pudimos centrarnos en la comunicación, aunque mal. Cuando comenzaron los cursos fue el caos, porque era imposible realizar todas las tareas y menos de la forma como se quería abordar. En octubre pedimos una reunión con nuestro supervisor de junta directiva, que no trabajaba en nuestro centro. Hablamos de planificar el primer semestre del 2009, de mi sustitución, que habría que poner un anuncio para buscar a alguien antes de irme para formarla, intentamos clarificar las funciones de cada uno para intentar trabajar bien, realizamos una propuesta de definición de tareas que aseguró que revisaría. Nunca lo hizo, claro.

Retrocedo un poco y vuelvo al verano. Justo antes de irme de vacaciones tuve mi primera crisis de ansiedad. Mis compañeras estaban de vacaciones y el supervisor, jugó al escondite conmigo. No me dejaba decidir, pero tampoco decidía una cosa, hasta que casi se nos pasa el plazo, me hizo quedar de incompetente y yo exploté. Después de las vacaciones,  tuve mas crisis, unas más fuertes y otras más flojas. Cuando veía que me venia intentaba relajarme, me las cortaba… tras la reunión de octubre volvimos muy animadas al trabajo. Pensábamos que íbamos a poder conseguir trabajar. Al cabo de una semana, vuelta a lo mismo. Yo seguía con ansiedad  y ya me planteaba cogerme una baja porque en esos momentos tenía contracciones. La doctora me lo propuso. Pero preferí coger vacaciones para ver si mejoraba. Justo antes de cogerlas, me vienen con la historia de que ha habido una inspección y que mi contrato esta siendo revisado. Tenia que firmar un papel con las funciones que yo estaba llevando a cabo para que cuadraran con  el contrato. No ponía ni el 10% de las cosas que hacía y le dije que no iba a firmar eso porque era mentira, y más ahora que estaba haciendo cosas de comunicación (de buenas, de verdad que soy buena, pero en ese ambiente, pues no me daba la gana de agachar más la cabeza) . Salí de allí con ansiedad  y contracciones y me cogí la baja directamente. El presidente, que pensaba que estaba de vacaciones  quiso reunirse conmigo. Yo sabía que iba a ver a un tío duro, así que seguí el consejo de unas amigas, el estar más o menos presente, pero que sus palabras no me entrasen demasiado, que me concentrara en respirar y en hacer los tan necesarios ejercicios de Kegel para desviar la atención de él. La reunión fue de libro de mafioso. En ella me amenaza directamente con tenerme sentada en una silla sin hacer nada el tiempo que sea necesario, que mis días en la entidad van a ser muy duros, que quizás me tengan de tour por los diferentes centros de la entidad... soltó muchas barbaridades por su boca, llegó a ponerse agresivo, pero llegados a un punto, me centré en mis ejercicios perineales y desconecté para evitar la ansiedad. El momento de la despedida fue divertido, porque al pensar él que yo estaba de vacaciones y no de baja, estaba ya diciendo una frase en plan "cuando vuelvas de las vacaciones te vas a enterar" y creo que hasta sonreí al decirle que no estaba de vacaciones, sino de baja. Nunca olvidaré su cara :)

Después me mantengo alejada de todo lo que sigue ocurriendo allí, que es mucho, ya que tanto la doctora de la Seguridad Social como la de la Mutua del trabajo me dicen que desconecte totalmente porque los culebrones que allí se están produciendo me hacen bastante daño. En parte me da pena, porque sé que varios compañeros pasaron por situaciones muy complicadas y yo estaba a por uvas.

Al llegar el 31 de diciembre me dan de baja de la Seguridad Social, pero no me dicen nada, me entero porque me olía alguna jugada del estilo y estoy al tanto de mi vida laboral. Demanda, eso de despedir a alguien y no avisarle siquiera para que vaya a firmar está muy feo. Me vuelven a dar de alta, y tal cual me lo comunican, empieza el parto de Teo. Lo que es la tensión, hasta entonces estaba en un limbo legal que me hubiese dificultado bastante la burrocracia posterior a un nacimiento. Después de la baja por maternidad no me encuentro con ánimos de enfrentarme a ellos aún. Sabía que me iban o a tener sentada en una silla o a enviar a algún centro en otra provincia, que iba a ser un pulso duro y que Teo era muy pequeño para tener a una madre desquiciada, así que me pido una excedencia para ganar algo de tiempo. Al finalizar la excedencia me envían a La Coruña, nada más y nada menos. Vuelta a demandar porque ellos alegan que me desplazan y no me trasladan (una argucia legal), con lo que no tendría más remedio que aceptar. Pero no cuela, aquello era un traslado y no me tengo que mover de Madrid. Con eso llegamos a un despido por causas objetivas. Pero ni con esas se quedan tranquilos. Me dan mal de baja en la Seguridad Social, y no quieren rectificar. Como me deniegan el paro por esa pifiada de ellos,  tengo que llamar a Inspección de Trabajo para que aclare el asunto. Seis meses más tarde, consigo cerrar el caso, cobrar la prestación por desempleo y ver cómo les multan.

Después de esta larga y rocambolesca historia, perdí la fe totalmente en el trabajo por cuenta ajena. A día de hoy, si recibo un email por cuestiones laborales en un tono mínimamente "aséptico", me pongo a la defensiva y mi corazón palpita con fuerza. Pero eso ya es otra historia para otro día de diván.